jueves, 13 de mayo de 2010

Fútbol gay

Subidón y posterior batacazo por la imagen de Ibrahimovic y Piqué.

Andaba yo estos días de subidón porque la foto de Ibrahimovic y Piqué había conseguido que empezara a mirar al fútbol con otros ojos. La imagen, apta para todos los públicos, me atrapó: dos iconos del balompié español en un momento de gran ternura que puede ser perfectamente amorosa.

Aún más me gustó la jugada cuando, comentada con mis retoños futboleros, constaté orgullosa que no le concedían ninguna importancia al asunto de “chico quiere a chico” aunque ambos chicos procedan del ámbito futbolístico, atravesado todavía por lenguajes y actitudes de épica machota de la maricastaña profunda.

Para rematar y como respondiendo a mis reflexiones, Pedro de Silva razonaba recientemente en estas páginas que el fútbol es un “hecho civilizador”. Caramba.

Casi avergonzada de no haberme dado cuenta por mí misma del cambio y, en todo caso, feliz de que Ibrahimovic, Piqué y De Silva me hubieran abierto las meninges a la vanguardia futbolera… contemplo en televisión al sueco espetándole a una periodista “vente con tu hermana a mi casa y verás si soy maricón”. Castañazo.

Vale, machote, queda claro: no quieres que pensemos que eres “maricón”. Y yo espero que no lo seas –homosexual, quiero decir- porque entonces mi desplome moral será aún mayor.

Bien pensado, aún puedo desmoralizarme más, porque seguro que habrá chicas dispuestas a ir –solas o con sus hermanas- a reírle las gracias a este muchacho, cuando lo suyo es ponerle la proa a ver si por la vía del boicot sexual comprende que no hace falta insultar para hacer una aclaración; es más, nadie está obligado a hacer aclaraciones sobre su vida íntima.

Es curioso cómo estos profesionales se someten con disciplina japonesa a las exigencias de sus respectivas empresas –el Real Madrid, por ejemplo, es la marca española más reputada internacionalmente, reconoce el ICEX-, van niquelados a todas partes, aceptan autógrafos y flashes sin un mal gesto, alinean su discurso y participan en interminables giras de promoción.
Sin embargo, nadie les ha debido decir que los tiempos cambian y que también incrementa la reputación de marca ser sensible y respetuoso con la diversidad que puede darse en el vestuario propio o en el ajeno.

Pues nada, volvamos a los neardentales futboleros antes de que se cruzasen con los sapiens. Y soñemos con que Manolo Preciado o Pep Guardiola, hoy paradigmas del liderazgo deportivo, algún día, en algún lugar, con cualquier pretexto, tengan un gesto hacia la diversidad sexual.
Sería estupendo para los homo, los hetero, ellos, ellas, grandes, niños, aficionados, hostiles…

Ah, se me olvidaba, también le harían un inmenso favor al fútbol.

jueves, 6 de mayo de 2010

Exilios

El catálogo de exilios es tan amplio como el destrozo de separarnos de lo que amamos y nos identifica.

“Me siento como una balsa en medio del océano porque el exilio me ha arrebatado mi identidad; en España soy argentino, en Argentina me dicen ‘gallego’”. Escuché estas palabras recientemente, en boca del realizador hispanoargentino Agustín Furnari Alonso de Armiño, cuando presentaba en Langreo el documental “Mi padre es un desaparecido”.

Cuenta el regreso de la esposa e hijo de Ceferino Fernández Álvarez –uno de los más de cuarenta asturianos desaparecidos en la dictadura argentina- a Muñalén (Tineo), su pueblo natal.
Si Ceferino hubiera conseguido escaparse de las garras de sus verdugos, habría emprendido su segundo exilio. El primero fue económico; el regreso, de haberse materializado, sería político.

Días después asistí en el Ateneo Obrero de Gijón a la presentación de “Ninguna tierra es la nuestra”, una recopilación de poemas de diversos autores cuyo nexo es el intento de describir -para aliviar- el tormento del exilio. Palabras sangrantes, lastimosas, reivindicativas, tiernas a veces en medio del dolor. Hielan el alma. Ha sido elaborada por el grupo pedagógico Eleuterio Quintanilla como propuesta didáctica para trabajar con alumnos de primaria y secundaria.

La presentación finalizó con un recuerdo muy emocionado de José Ángel Álvarez Cienfuegos, integrante del grupo y recientemente fallecido. La muerte podría parecer el exilio completo pero quizás sea al revés; tu identidad adquiere forma definitiva. En el caso de Álvarez Cienfuegos, no me quedó la menor duda: le han querido mucho. Si algún día estuvo exiliado, ha regresado.

Por supuesto que es necesario llevar a las aulas los sentimientos que lanza al aire el volcán del exilio. En esa nube paralizante nos reconocemos todos aunque “no nos hayamos ido a ninguna parte” porque el catálogo de exilios es tan amplio como las diversas formas que adopta el destrozo de separarnos de lo que amamos y nos identifica. Todos lo hacemos varias veces a lo largo de nuestra vida.

Exilio político, económico, familiar, laboral, afectivo… Cuando ocurre, nos quedamos sin asideros y –paradoja- hemos de recurrir a nosotros mismos para seguir caminando, cuando nosotros mismos hemos sido parcialmente borrados por nuestra huida forzosa. Somos una sombra sin figura.

De manera que no sólo se trata de ponerse las gafas de sentir como sienten los inmigrantes, también cómo sintieron nuestros padres y abuelos, como lo harán nuestros hijos, amigos…y finalmente nosotros mismos. Comprender para comprendernos.

Dice Javier Marías que “poca gente se empecina en seguir defendiendo a los derrotados y a los muertos”. Quizás esos pocos son lo que están realmente empecinados en entenderse a sí mismos para luego explicarse el mundo.