jueves, 25 de marzo de 2010

La FP rompe el molde

En la Formación Profesional se aprende haciendo

Día de buen humor en las aulas: hoy empiezan las vacaciones de Semana Santa en los centros asturianos. Aproximadamente 13.000 de los alumnos que dejan momentáneamente aparcados libros y apuntes ya no regresarán a sus centros de estudio a vuelta de vacaciones, sino a las empresas que los acogerán hasta junio como profesionales en prácticas. Son los alumnos de segundo curso de los ciclos superiores de Formación Profesional.

La FP es el único modelo formativo del sistema educativo español en el que las prácticas en empresas son una asignatura más que aprobar. Hacerlo con solvencia puede suponer emprender definitivamente el vuelo profesional.

Es uno de sus puntos fuertes, pero tiene más: el equilibrio entre la formación teórica y la práctica, su especialización, su capacidad de adaptación a la realidad, la duración de sus ciclos -dos años-, su encaje con otros estudios y el hecho de que es eminentemente pública, o sea, cara pero gratuita.

Una combinación con la que los jóvenes sintonizan porque habla su mismo lenguaje: práctico, dinámico y, en el buen sentido de la palabra, cortoplacista.

En la FP se aprende haciendo; es un recorrido en paralelo de formación y oficio que supera ese modelo clásico que todos heredamos y perpetuamos mecánicamente y en el que primero va lo uno y luego, ya en el mundo real, lo otro. Lo cierto es que para las empresas cobra especial valor ese «oficio» entendido como «saber» y además «saber hacer», el tan valioso «know how».

Los diferentes indicadores de entrada -nivel de matriculación- y de salida -inserción laboral, capacidad emprendedora, rendimiento en las empresas- han ido en ascenso, y en ellos Asturias está en la media no sólo nacional, sino también comunitaria.

Suena bien y es real, sin embargo la FP tiene todavía una asignatura pendiente en la mentalidad de toda una sociedad, la española, que la sigue considerando una alternativa de segundo orden para quien no puede o no quiere ir a la Universidad. El sociólogo Oriol Homs en su estudio «La FP en España» habla de una convicción de que está en «lo más profundo del imaginario colectivo».

¿No es hora ya de sacudirnos estas construcciones mentales heredadas, elaboradas sobre complejos y prejuicios, tal como lo hemos hecho con tantos otros aspectos como sociedad y como individuos?

Yo hoy me despido de los que han sido mis alumnos durante los dos últimos años en el Centro Integrado de FP de Comunicación, Imagen y Sonido de Langreo. Son profesionales de esa nueva FP y ¿qué puedo decir? Son, en el buen sentido de la palabra, buenos.

jueves, 18 de marzo de 2010

Autodespido

La historia de hostigamiento laboral de un profesional solvente.

Tengo un amigo que acaba de autodespedirse de la empresa en la que ha trabajado en el último lustro. No sabe que le escribo estas líneas y espero que me perdone. Lo hago para que entienda que no ha tenido la culpa y que no está solo.

Ni él ni las personas -más de las que imaginamos- que están siendo víctimas de una tropelía parecida: maniobras perversas de hostigamiento que llevan a un profesional solvente a irse -aparentemente de forma voluntaria- de la empresa a la que entregó años y talento.

La de mi amigo es una conocida compañía nacional con dos sedes asturianas, una en Gijón. Acaba de vivir un pequeño cambio en su accionariado y el poder de decisión ha pasado a otras manos. Nuevas caras en ciertos puestos y el «tsunami» llega a Asturias.

Mi amigo, con una gestión muy elogiada y amplio margen de maniobra, era un valor en alza dentro y fuera de su empresa: seguro, arrollador, creativo, con visión, contagiosamente positivo. De pronto, lo que era blanco se volvió negro.

Después de sufrir auditorías y llamadas de atención por una forma de hacer hasta ahora incentivada; después de ser puesto en evidencia ante sus colaboradores, ninguneado ante sus clientes, excluido de todas las reuniones, puenteado, desinformado, aislado..., se convirtió en una sombra, no respondía al teléfono, estaba encogido, reconcentrado en entender lo que le ocurría y hacerle frente con razones y resultados; cosa inútil, claro.

Todo le hacía un daño terrible: sus compañeros le aislaron como una turba hipnotizada por el miedo, silencios, miradas, susurros; se sentía humillado y avergonzado ante su familia y amigos, iba de la ira a la depresión.

La secuencia completa de lo que ha vivido mi amigo puede analizarse en «El acoso moral en el trabajo», de Marie-France Hirigoyen, o «Hay algo que no es como me dicen», de Juan José Millás, ambas lecturas demoledoras. Hay que estar preparada para ellas si se ha vivido una situación parecida.

Mi amigo ha tenido mucha suerte. Se ha autodespedido antes de que el daño fuera irreparable, aunque Hirigoyen asegura que «nada será igual, se sale cambiado».

Pocos medios hay por el momento para hacer frente a este cáncer laboral, amigo mío. Pero has sobrevivido. Nos hemos reído juntos con tu experiencia en el Servicio Público de Empleo. Dices que te han tratado como un profesional temporalmente desocupado, no como «un parado». Bendito matiz. Claro, ¿qué esperabas?

Ánimo, campeón: tienes delante una hermosa historia por escribir. Hay otras muchas, anónimas, a las que envío desde aquí todo mi aliento.

jueves, 11 de marzo de 2010

Provisionalmente honrada

La anciana traficante, la funcionaria corrupta y las cuitas del juez Garzón

Admito que un arrebato puede convertir en delincuente a un ciudadano que era intachable cuando salía de su casa esta misma mañana. Pero yo, más partidaria de la escala de grises que del negro y blanco puros, creo que la pérdida de la honradez es un lento cocer.

Va una sumando insatisfacciones y argumentos para hacer las cosas por la vía alternativa, una especie de acción correctora de la injusticia cósmica; se hace una primera incursión en el lado oscuro, aparentemente no pasa nada, y finalmente se produce la caída libre sobre uno o varios artículos del Código Penal. Otro asunto es lo que hace que se encienda la mecha.

¿Un complemento para la exigua pensión de viudedad, un abuso de la candidez senil? Yo a la anciana de Avilés detenida por traficar presuntamente con drogas la imagino con el físico de Pilar Bardem y la mentalidad de los personajes de Rafaela Aparicio. Seguro que acudió a los cursos de bordado de la sección femenina y que todo lo bueno para el cuerpo que se fue conquistando con los años la pilló a contrapié: la anticoncepción, el sexo sin explicaciones, la libertad. Aguantó a un obtuso preconstitucional y, ya en democracia, a hijos tiranos. Total, cortar polvo y meterlo en bolsitas es como escoger las lentejas...

¿Deudas de juego, adicciones, chantaje de un amante despechado? Rabio por entender el caso de la funcionaria del Principado que presuntamente se autoadjudicó contratos por valor de 800.000 euros falsificando a ratos la firma de su jefe y utilizando nombre y cuenta bancaria de una inocente gijonesa que todavía se está recuperando del pasmo. Tiene narices que funcionarios que ganan lo mismo que un diputado y a los que incluso se les permiten ingresos extra caigan en las garras de la avaricia y delincan torpemente, como para llamar dos veces tontos a los administrados.

Bien es cierto que muchas veces la mirada del otro es la que pone en distinto orden las mismas reglas y, de pronto, pasas de hacer bien las cosas a hacerlas malamente por una mera cuestión de concepto.

A Garzón le siegan la hierba por hacer una interpretación libre de las escrituras jurídicas. Está mal, dicen, echarle imaginación a la ley aunque sea para ponerla al servicio de una demanda justa. A mí me suena a cortar alas para que no se note que el resto de la troupe no sabe volar, y me duele Garzón y ese idealismo suyo tan necesario, por el que estoy dispuesta a hacer la vista gorda a pecadillos, triquiñuelas y atajos. Pero ya se encargan otros de explicar que todo es una evidente pérdida de la honradez.

Pues por plena consciencia de la debilidad humana y por solidaridad con los garzones del mundo, estoy dispuesta a declararme sólo provisionalmente honrada. Y, visto lo visto, nada convencida de permanecer siempre a este lado.

jueves, 4 de marzo de 2010

Código libre

Existen tecnologías humanitarias y Gijón ha sido estos días escaparate de algunas sorprendentes

Tecnología punta al servicio de la erradicación de la pobreza. Mientras muchos donan dinero para que logistas, educadores, médicos, bomberos o payasos acudan a las zonas más débiles del planeta con el fin de responder a necesidades elementales y acelerar el desarrollo, otros donan código, es decir, software diseñado para complementarse con el resto de las acciones y multiplicar exponencialmente su capacidad de resolver.

Me gusta porque es real y, a la vez, suena a guerra de las galaxias con los buenos ganando al lado oscuro. Y lo hemos visto en Gijón, en el III Encuentro internacional de tecnologías de la información en la cooperación para del desarrollo, que acaba de terminar, organizado por la Fundación CTIC.

Un sistema de telefonía móvil para detectar la introducción de medicamentos fraudulentos en África; otro de geoposicionamiento para informar sobre situaciones de emergencia en el continente africano, aunque también utilizado con éxito para crear un mapa medioambiental y cultural del Amazonas.

Un software para gestionar situaciones de emergencia como la generada tras el tsunami asiático y ser así más eficaces sobre el terreno al coordinar a los diferentes equipos de ayuda, hacer un registro de desaparecidos u organizar a los voluntarios. Una ONG especializada en dotar a activistas humanitarios de medios que les permitan poner al servicio de su causa el potencial de las tecnologías digitales más avanzadas.

En la mayoría de los casos el concepto clave es ese código libre, es decir, gratuito. Traducido a hechos, significa que el profesional regala sus aplicaciones informáticas a cualquier usuario que las quiera utilizar o incluso incorporar a otras herramientas más complejas.

Para ciertas empresas, como Google, abrir su código es una estrategia comercial. Con la utilización masiva de sus aplicaciones obtiene ingresos de diversas formas. Un negocio perfectamente legal, beneficioso para el usuario, innovador e imaginativo. Para ciertas ONG y profesionales de la cooperación internacional es otra cosa: una nueva y valiosa vía en la ayuda humanitaria.

Hay congresos que son unos truños de cuatro amigos con teorías de utilidad escasa, tópicos repetidos en distinto orden que en la edición anterior, o simple pretexto para escapar de la rutina, reencontrarse con colegas, escuchar la ponencia principal y hacer pellas por turnos en las otras. Pero también hay encuentros fructíferos que ponen el foco sobre iniciativas alejadas geográficamente, con gran efecto benéfico y la posibilidad de ser trasladadas a otros espacios y fines.

Me siento orgullosa de que Gijón sea el escaparate internacional de soluciones punteras basadas en esos preciados códigos. Abiertos, liberados y liberadores.