jueves, 31 de diciembre de 2009

Dinámica de fluidos

El Grupo no comparte piscina, Panchano cierra, los túneles se inundan y las emociones navideñas fluyen.

“El hombre blanco es como el agua, inevitable”, dijo el jefe indio a su tribu ante la inminente conquista del Oeste. Es decir, frente la imposibilidad de poner puertas al campo, en vez de acantonarnos, arrimemos el ascua a nuestra sardina. Buena comparación la del líder apache porque si algo tiene pinta de inevitable es el agua y su obstinación vertical, fruto del efecto subyugador de la gravedad. Esta ley afecta a todos los seres y objetos terrenales pero, en el caso de los fluidos, hay otras dinámicas complementarias, derivadas de la física y también de factores políticos, sociales...

Panchano ya no fluye. Entiendo la contrariedad de los vecinos pero comprendo también la lógica municipal de no remodelar una piscina ubicada en los bajos de una manzana de edificios, lejos del modelo de instalación deportiva actual de Gijón, que las hay, bastantes y buenas. Adaptémonos, pues, al cambio porque existen más opciones.

El Grupo Covadonga se resiste a compartir piscinas. El desencuentro con el Centro Asturiano se parece a una frustrada historia del amor que ya se ha convertido en odio. Curiosa relación de pareja en la que ambos se dejan llevar por cantos de sirenas, hay uno que se juega más y el que se siente más fuerte decide, sin reparar en lo que el otro ha invertido en el sueño del proyecto común.

Parece que el Centro Asturiano hizo una especie de “esfuerzo de convergencia” inspirado por el Grupo y que éste después reculó. No digo que no sea legal pero ¿dónde queda aquello que nos explicaban nuestros padres de la importancia de respetar la palabra dada?

Lo del túnel que une La Calzada con Tremañes suena a chufla. Gijón es capaz de construir un pozo de tormentas –delicioso nombre- pero cae dos, tres y cuatro veces en la misma piscina natural aunque sea en diferente túnel. Ya lo hemos padecido unos metros más abajo, en el que unió Juan Carlos I con Carlos Marx y revivimos la historia ahora, con unos lustros más de tecnología que de poco parecen haber servido.

Pues espero que la técnica se depure para cuando llegue el soterramiento de las vías. Porque el agua, como el hombre blanco, es inevitable y no hace distingos entre unos soterramientos y otros.

Y mientras tanto, llueve a ratos y las emociones navideñas fluyen siguiendo todas las leyes de la física y alguna otra norma más exótica, incomprensible a la razón, pero lógica si la pensamos con el corazón. Días de alegrías y penas; sonrisas y lágrimas; reencuentros, desencuentros y despedidas. Vasos comunicantes, cordones de plata, cambios de estado del líquido al gaseoso.

Y así ponemos la popa hacia 2010. Tiene que ser un gran año; todos lo deseamos y los deseos también tienen su influjo. Sea.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Crisis sin pandemia

Hasta el último momento negada, llegó la crisis. Anunciada hasta la extenuación, no llegó la pandemia, al menos no la de gripe A, sí la del paro, los índices de morosidad y los concursos de acreedores. Bueno, los virus -biológicos o bancarios, poco importa- siguen un patrón: penetran de forma casual, se extienden, infectan y parece que ganan la batalla hasta que llega el antídoto. En ese recorrido ha ido pasando 2009 y sus grandes y pequeñas historias para la historia de Gijón.

Enero: Gijón con Ñ
Los furibundos de la economía de mercado han tenido que rendirse a la evidencia: la caja común del Estado y una política de rescate calculado -aunque sea a costa de deuda pública- pueden salvar los muebles ante una crisis. Botón de muestra: Gijón estrenó en enero el Plan Zapatero; 48 millones y medio de euros en proyectos para “dinamizar a corto plazo la actividad económica y el empleo” directamente gestionados por el ayuntamiento de la ciudad. Hoy nos hemos acostumbrado a ver por la villa de Jovellanos los paneles informativos en las obras de rehabilitación, reforma o construcción de infraestructuras e instalaciones sociales, culturales, deportivas...

Febrero: Rafaela dixit
Rafaela la Andarica fue la protagonista del pregón antroxero de este año. Es un discurso que no conviene perderse porque suele dar en la diana de por dónde nos pica la camiseta a los gijoneses. La crisis y Obama eran citas obligadas pero anunció además la pregonera “tiburoneo” en la sucesión de Paz Fernández- Felgueroso, polémica en la ampliación de El Musel y sufrimiento para la permanencia del Sporting… No andaba descaminada Rafaela que, junto a la sardina de este Antroxu, bautizada como la Agente Dina, nos hicieron habitable a los mayores y particularmente divertido a los niños, el tránsito de febrero.

Marzo: la línea invisible de la reinserción
El conocido como “violador de Feve”, que ejercía como taxista en Gijón, dejó de hacerlo en marzo: el propietario de la licencia que lo tenía contratado decidió rescindirle el contrato ante la alarma social generada al saberse que este gijonés de 47 años había sido en su momento condenado a 139 años de cárcel por 19 violaciones –de las 80 que confesó-. Sí, había cumplido con la ley; sí era un hombre libre y con derecho a demostrar su deseo y capacidad de reinsertarse en la sociedad para la que en su momento fue un verdugo. Pero la sociedad gijonesa emitió una segunda sentencia condenatoria. ¿Deberíamos habernos arriesgado? La experiencia dice que no.

Abril: honores sin honor
El 22 de junio de 1939 Gijón nombró alcalde honorario e hijo adoptivo de la ciudad a Francisco Franco Bahamonde; el 18 de julio de 1962, se le concedió la medalla de oro de la villa. El 14 de abril de 2009, la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Gijón acordó retirar esos honores al dictador y reclamar a sus herederos que devolvieran dicha medalla así como todos los objetos entregados por la ciudad a raíz de las distinciones. Cuántos honores acumulados para luego tener que deshacerse de ellos como sacos de arena. Al final, no somos lo que decimos ni lo que nos han dicho, somos exclusivamente lo que hemos hecho. Todos.

Mayo: la pobreza relativa

La crisis incrementó los niveles de pobreza en la sociedad rica; en las que ya son pobres, sobremanera. Cerca de 450 expertos de 75 países analizaron en mayo en Gijón, en el Congreso Internacional de Bioética esa “agresión al principio de la dignidad humana que sufren los ciudadanos en situaciones de pobreza y desnutrición”. El director general de la ONU para la Agricultura y la Alimentación, Jacques Diouf, advirtió del alarmante incremento del hambre en el mundo y habló de la obligación moral de quienes estamos en el lado bueno del tablero. Porque en 2050 habremos de alimentar diariamente en el mundo a 9.000 millones de personas. Es una responsabilidad.

Junio: permanencia
Dice el diccionario de la Real Academia Española que permanencia es “duración firme, constancia, perseverancia, estabilidad, inmutabilidad; estancia en un lugar o sitio”. Palabra poco frecuente excepto en el ámbito futbolístico de la media tabla para abajo. El Sporting de Gijón paseó la pasada liga al filo de la navaja. Se mantuvo en Primera in extremis, después de una victoria sudada contra el Recreativo de Huelva. Preciado sabe acerca de la suerte lo mismo que sabe Guardiola: a la suerte le gusta la gente que sueña con ella… y la que se lo curra.

Julio: mapa de los sonidos de Gijón
Gijón renovó en julio su mapa de ruidos. Se trataba de saber el nivel de decibelios con el que los ciudadanos convivimos, fundamentalmente originado por los medios de transporte y la actividad industrial. También se incluyeron controles adicionales en zonas de ocio nocturno, parques urbanos y espacios de descanso. Es un ejercicio de autoconocimiento al que nos obliga una directiva europea por tener más de 250.000 habitantes, y exige elaborar después un plan de acción. Reducir el nivel de ruido nos permitiría reconquistar los verdaderos sonidos de la ciudad que laten debajo de esta manta zamorana de decibelios. La segunda reconquista sería recuperar los sonidos que una vez formaron el paisaje sonoro de los gijoneses y que ya no están. Memoria sonora.

Agosto: negaré haberlo dicho
Me gustaría que me gustasen los toros. Sólo y exclusivamente para disfrutar de una faena de José Tomás como la del pasado agosto en Gijón. Hace años una amiga me habló de él con un entusiasmo que no olvidé, mientras otros, entre ellos mi querido Juanele, han intentado en vano llevarme a una plaza. No creo que eso ocurra nunca. El sufrimiento del animal me noquea. No lo acepto. Ahí atasco. Pero cómo desearía llegar más allá al menos sólo una vez para poder sentir la emoción que me consta se vivió en el coso gijonés.

Septiembre: derecho al sobrecoste
La obra de ampliación de El Musel encaró en septiembre su última etapa. En octubre de 2010, con casi un año de retraso, estará terminada. El puerto habrá duplicado su actual capacidad con una nueva dársena y 140 hectáreas ganadas al mar, además de espacio para la futura regasificadora. De las obras se ha hablado cada vez menos pero incansablemente sobre el monumental sobrecoste. Es importante saber qué ha ocurrido, decidir cómo se afrontará y que consecuencias colaterales tendrá esa decisión. Si no se despejan todas esas dudas los ciudadanos acabaremos pensando que unos proyectos tienen derecho al sobrecoste y otros no. Que figure entonces una casilla para sobrecostes sobrevenidos cuando haya que justificar una subvención.

Octubre: la crisis es bipolar
Vale, la crisis se traduce en Gijón en número de parados, morosos, suspensiones de pagos... Pero en la otra cara de la moneda están efectos colaterales benignos con los que no contábamos y que a lo largo del año han ido cobrando forma: la crisis ha reducido el volumen de residuos de la ciudad así como la intensidad del tráfico rodado; hacemos un consumo más responsable y economizamos viajes en vehículo particular. Conclusión: la recesión tiene carácter bipolar. Pregunta: ¿podemos quedarnos con lo bueno?

Noviembre: aclarar el caso Blanco
El caso Ovidio Blanco, ex arquitecto municipal al que se le acusa de los posibles delitos de cohecho y uso de información privilegiada, nos ha hecho reparar en que posiblemente la tentación del enriquecimiento fácil sí sea una pandemia. Los medios de comunicación se han ido haciendo eco de la prolija instrucción del caso. Defensa, acciones populares y acusación particular han cruzado acciones, entre las que destacó en noviembre la petición de sobreseimiento y archivo de la causa, por parte del abogado defensor. Dice que no hay indicios inculpatorios y que, en caso de existir delitos, éstos habrían prescrito. Puede que los delitos caduquen pero no la sospecha ciudadana. Tampoco debería caducar el deseo de quien se siente inocente, si verdaderamente es así, de que no haya duda sobre su condición.

Diciembre: Gijón brilla
Remoloneo por Begoña. Hago memoria de las distintas fisonomías que el paseo ha tenido desde mi infancia y la de mis hijos, hasta hoy. Me doy cuenta de que, si tengo que quedarme con una sola imagen, quiero ésta de 2009 con una iluminación soñadora para endulzar todo aquello por lo que andemos doloridos. El año que prometía pandemias se cierra sin ellas y el que negaba crisis anda todavía con las carnes abiertas, pero estos días la ciudad nos pide un paréntesis para reposar el corazón y la mirada en nuestra gente querida.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Días de cromañones

Estas fechas son una oportunidad estupenda para probar la magia de decir sin hablar

Calculan los expertos que hace sólo 30.000 años que nos comunicamos mediante el habla y cerca de 4.000 que escribimos, de manera que el ser humano lleva la mayor parte de su historia entendiendo y haciéndose entender a través fundamentalmente de la comunicación no verbal. O sea, en el hablar aún estamos en categoría alevín, pero, por ejemplo, en lanzar o interpretar una mirada furibunda ya hemos hecho varios másteres.

Es que el asunto no es baladí. ¿Cómo hacíamos hace cientos de miles de años para persuadir, amenazar, defender, seducir, contar... sin palabras? Pues lo hicimos, y durante largo tiempo. Así que por mucho que nos refinemos y pisemos el acelerador de la evolución para embridar al cromañón que llevamos dentro, afortunadamente aún le queda mucha cuerda. Sigmund Freud, después de años de observar cómo el ser humano dice cosas mientras su rostro y su cuerpo gritan justo lo contrario, aseguraba que «cada poro participa en la traición».

Un ejemplo significativo es la cara de los políticos en mala racha. Cuanto peor les va, más sonríen. El paradigma es Francisco Camps y su sonrisa retráctil. De noche debe de quitarla del rostro y dejarla encima de la mesita. No quiero pensar en la cara que tiene entonces, pero sé, sabemos, que es otra. Los músculos faciales de Silvio Berlusconi fueron por libre después de la agresión y vimos miedo donde otras veces había miedo vestido de arrogancia.

Pero yo quiero hablar hoy de David Curry. Es un señor nacido en Mississippi y que en el año 1994 fundó el Amen Gospel Choir, coro que aún dirige y que hace unos días actuó en Gijón. Verles y escucharles fue una completa delicia; el amigo Curry era él solito un espectáculo.

Forma parte de la cultura gospel jalearse y acompañar la música con el cuerpo, todo al servicio de un género de marcado carácter religioso. Los integrantes del coro, mientras cantaban, pasaban de la contemplación al éxtasis, del grito a la lágrima? Pero este hombretón negro vestido de rojo hasta las suelas, tocaba el teclado, interactuaba con el público, subía y bajaba del escenario, dirigía las voces con brazos, piernas y rostro, mientras se sentía completamente libre, divertido y feliz. Sentí una envidia feroz.

Es que la tendencia a la contención no afecta a todos los bípedos por igual. Hay culturas más permisivas a la hora de dejar salir al dulce animalillo que llevamos dentro. La nuestra es tajante, sujeta al cromañón, amigo, si no quieres hacer el ridículo.

Pues yo estoy dispuesta a darle cuerda a mi ancestro y deshacerme de algunas rigideces tóxicas. Quiero reír, abrazar, cantar, jalear, saltar, gritar, besar... Y estos días en los que las emociones tienen licencia para campar a sus anchas son una oportunidad estupenda para probar la magia de decir sin hablar. Feliz Nochebuena y Feliz Navidad.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Dulce lecho de CO2

Reponemos arena en el litoral mientras el Gobierno quiere crear un depósito subterráneo de dióxido de carbono

Limpiar el polvo es básicamente cambiarlo de lugar. Otra cosa es el sitio en el que lo dejas. Por ejemplo, a mi abuela le daría un pampurrio si me viera meterlo debajo de la alfombra. En el ciclo tradicional del polvo que nos han enseñado, la lógica dice que ha de salir fuera de casa a través de la bolsa de basura, aunque también se acepta sacudirlo prudentemente por la ventana. Luego ya se encargará el aire de reponer más polvo donde estaba el anterior, moviendo así una rueda perversa que da tarea diaria a miles de sufridas almas limpiadoras.

Con el dióxido de carbono se conoce que ocurre algo parecido: una vez generado, la cuestión es dónde lo metemos para evitar que vuelva. Como pensábamos que la atmósfera lo soportaba todo y hacía de voluntarioso tránsito hacia el cosmos, hasta ahora lo hemos lanzado por la ventana. Pero resulta que el CO2 no se va tan fácilmente; remolonea y abre unos agujeros del copón en el cielo protector, montando unos desaguisados planetarios que hacen palidecer la guerra justa de Barack Obama y la santa madre de la anterior, de Bin Laden.

Así que hemos dejado de mirar para arriba y hemos pensado en la alfombra de toda la vida: el CO2, bajo tierra. El Gobierno de España ha señalado en el mapa una decena de «territorios alfombra», pero el primero oficialmente designado es Asturias -en algo teníamos que ir por delante, caray-, concretamente la zona central y parte del litoral. Ahí estamos nosotros, ¿no?

Esta iniciativa forma parte de la lucha contra el cambio climático, y de verdad que no dudo que investigadores muy reputados avalen su inocuidad, pero me escarpio sólo con imaginar cómo serán esas «estructuras subterráneas susceptibles de ser un efectivo almacenamiento de CO2», eso sí, previa «captura, secuestro y confinamiento» del mismo. Por Dios, suena a culpa, deshazte del cuerpo, huele a muerto, no pienses y sigue cavando.

Por lo pronto, Greenpeace y la Coordinadora Ecologista de Asturias, entre otros, ya han dicho que esa tecnología es cara, no está suficientemente probada y no elimina la posibilidad de filtraciones -hilillos, que diría Mariano Rajoy- o escapes en toda regla, con consecuencias graves sobre el agua y la tierra, dependiendo del lugar donde se abriera el inocente poro.

Disfruto del plácido Gijón navideño y trato de aplazar la inquietud que el asunto me genera. Resulta que, en un futuro próximo, mientras nos afanamos en reponer arena litoral donde la arena litoral ya no quiere quedarse, algo estará sucediendo bajo nuestros pies. Un dulce y acolchado lecho de CO2 bullendo en los cimientos de nuestra vida cotidiana.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Justicia sostenible

En la cumbre del clima de Copenhague comienza un efecto dominó que llegará a Gijón

Hay al menos tres tipos de justicia. La humana es deficiente por varias razones, fundamentalmente, por su lentitud -véase en Gijón el «caso Plantona» o el del PGOU- y porque quienes la imparten tienden, con el paso de las sentencias, a perder el contacto con la realidad simple de las cosas, y parece como si a veces se les obstruyera por tramos el normal fluir de lo razonable y razonado.

En cuanto a la justicia divina, quienes creemos en ella hemos de esperar a estar «al otro lado»; un inconveniente que se suma a la sospecha de que las acciones correctoras que veremos entonces estarán seguramente muy por encima de nuestra lógica. Me cabreo sólo de imaginarme ciertas mangas anchas. Volvamos a tierra.

Descartada la justicia humana por lo deficiente y la divina porque escapa a nuestro tiempo, espacio y comprensión, nos queda una suerte de justicia -llamémosla sostenible, aunque sea por puro oportunismo- que no es otra cosa que las manos que va repartiendo la vida en cada partida, y que tienen poco de casual. A todos nos tocan sapos y loterías, aparentemente colocados de forma azarosa. Pero no. Lo curioso de este tipo de justicia es que todos la padecemos y la impartimos al mismo tiempo; nadie puede escaquearse del efecto dominó, mariposa, karma o chámalle equis, que diría mi abuela.

En la cumbre del clima de Copenhague se barrunta algo gordo. La justicia sostenible nos va a meter un viaje memorable como no estemos a la altura. Vemos venir la colleja planetaria, sabemos que la merecemos e intuimos cómo la podemos evitar. Pues a ello. Y esto significa que en Copenhague se iniciará -y vale más que así sea- un efecto dominó que llegará a todas partes, también a Gijón, y habremos de asumirlo.

La reducción de un treinta por ciento en las emisiones -es la propuesta europea-, de aprobarse, exige en breve espacio de tiempo cambiar nuestras vidas. Va mucho más allá del decálogo doméstico de recogida selectiva de residuos, reutilización de envases, ahorro de agua y energía, uso racional de calefacción y aire acondicionado, iluminación de bajo consumo... Va mucho más allá de esfuerzos municipales como el de Gijón, sus puntos limpios, su reconquista de lo verde, su mapa de contaminación sonora, su telegestión lumínica, sus humedales, sus vehículos públicos ecológicos, sus campañas de concienciación...

Es todo eso y mucho más, a diferentes escalas administrativas y geográficas. Desaprender una forma de ser, vivir y gobernarnos como sociedades para hacernos a otra. Es, en definitiva, la justicia sostenible que nosotros mismos hemos de impartir. Siendo justos, es decir, generosos y comprometidos. A no ser que prefiramos esperar sentados a ver qué resuelve la justicia humana o la divina. Me temo que para entonces, al menos a este lado, todo será un erial.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Los dueños de la memoria

Los hijos de Albert Camus han rechazado la propuesta del Gobierno francés de que los restos del escritor se trasladen al Panteón de París donde reposan los de Voltaire o Balzac; creen que contradice su forma de vida y de pensamiento. Y Sarkozy ve que se le chafa el momento estrella del cincuenta aniversario de la muerte del Nobel. A este lado de los Pirineos, los descendientes de Miguel Hernández amenazan con paralizar todo el engranaje conmemorativo del centenario de su nacimiento porque aún pueden hacer caja con los derechos de autor.

Perdón, ¿de quién son patrimonio esos muertos?, ¿de los herederos de su apellido, del Gobierno que se alimenta de las sinergias conmemorativas, o de quienes simplemente les admiran?

Vivimos tiempos de crisis; las faldas se alargan, las hombreras se hinchan, las sombras de ojos se ahúman, y nos entra un enganche a la ilustre memoria colectiva que es para hacérnoslo ver.

En España estamos redactando una proposición no de ley de desagravio moral a los descendientes de los moriscos expulsados hace 400 años. En América se preparan para celebrar los 200 años de emancipación de las colonias y calculan en euros lo que la madre patria le debe a los obstinados infieles de ultramar. Teniendo en cuenta que ahora son la reserva moral de la Iglesia podíamos repercutir una parte de esa deuda a los cepillos dominicales. Y en Gijón estamos a punto de estrenar el mapa virtual de la memoria, el jardín de la memoria y el monumento a la memoria...

Vaya por delante que no pongo en cuestión el fondo del asunto. No me cabe en la cabeza que vivamos en un país capaz de rastrear una sima abisal para recuperar el cuerpo de un pescador mientras aún hay muertos enterrados por las cunetas y nos fumamos un cigarro en el punto kilométrico correspondiente discutiendo si es oportuno dejar que sus descendientes besen sus nobles calaveras y les restituyan la dignidad arrebatada, no vaya a ser que se ofendan otros muertos. Ay, por Dios, cordura.

Lo que me hastía es ese tufillo a apropiamiento, a liderazgo excluyente sobre la memoria. Ese desgaste e ideologización de la palabra. Ese escalar sobre ella, clavarle la bandera en la frente y hacerla patria frente a otros.

¿Necesitamos historias? Ahí va una. Esperábamos que los tripulantes del «Alakrana» nos contaran la suya, pero llegan sobrecogidos por otra y le han puesto el foco. Es la historia hasta ahora invisible del «Ariana», secuestrado hace seis meses, tiempo suficiente para que una mujer dé a luz en él y una niña de doce años viva un infierno sin duda peor que el de la muerte.

Yo quiero que esa historia exista, se destape, que corra como la pólvora, que sonroje, que conmocione, que se termine, que se aprenda de ella, que no se repita, que no se diluya en otras memorias. Lo quiero sin monolitos ni discursos ni ofrendas florales. Porque quiero liberar a esa niña y que nunca más nadie pueda adueñarse de ella.