jueves, 10 de diciembre de 2009

Justicia sostenible

En la cumbre del clima de Copenhague comienza un efecto dominó que llegará a Gijón

Hay al menos tres tipos de justicia. La humana es deficiente por varias razones, fundamentalmente, por su lentitud -véase en Gijón el «caso Plantona» o el del PGOU- y porque quienes la imparten tienden, con el paso de las sentencias, a perder el contacto con la realidad simple de las cosas, y parece como si a veces se les obstruyera por tramos el normal fluir de lo razonable y razonado.

En cuanto a la justicia divina, quienes creemos en ella hemos de esperar a estar «al otro lado»; un inconveniente que se suma a la sospecha de que las acciones correctoras que veremos entonces estarán seguramente muy por encima de nuestra lógica. Me cabreo sólo de imaginarme ciertas mangas anchas. Volvamos a tierra.

Descartada la justicia humana por lo deficiente y la divina porque escapa a nuestro tiempo, espacio y comprensión, nos queda una suerte de justicia -llamémosla sostenible, aunque sea por puro oportunismo- que no es otra cosa que las manos que va repartiendo la vida en cada partida, y que tienen poco de casual. A todos nos tocan sapos y loterías, aparentemente colocados de forma azarosa. Pero no. Lo curioso de este tipo de justicia es que todos la padecemos y la impartimos al mismo tiempo; nadie puede escaquearse del efecto dominó, mariposa, karma o chámalle equis, que diría mi abuela.

En la cumbre del clima de Copenhague se barrunta algo gordo. La justicia sostenible nos va a meter un viaje memorable como no estemos a la altura. Vemos venir la colleja planetaria, sabemos que la merecemos e intuimos cómo la podemos evitar. Pues a ello. Y esto significa que en Copenhague se iniciará -y vale más que así sea- un efecto dominó que llegará a todas partes, también a Gijón, y habremos de asumirlo.

La reducción de un treinta por ciento en las emisiones -es la propuesta europea-, de aprobarse, exige en breve espacio de tiempo cambiar nuestras vidas. Va mucho más allá del decálogo doméstico de recogida selectiva de residuos, reutilización de envases, ahorro de agua y energía, uso racional de calefacción y aire acondicionado, iluminación de bajo consumo... Va mucho más allá de esfuerzos municipales como el de Gijón, sus puntos limpios, su reconquista de lo verde, su mapa de contaminación sonora, su telegestión lumínica, sus humedales, sus vehículos públicos ecológicos, sus campañas de concienciación...

Es todo eso y mucho más, a diferentes escalas administrativas y geográficas. Desaprender una forma de ser, vivir y gobernarnos como sociedades para hacernos a otra. Es, en definitiva, la justicia sostenible que nosotros mismos hemos de impartir. Siendo justos, es decir, generosos y comprometidos. A no ser que prefiramos esperar sentados a ver qué resuelve la justicia humana o la divina. Me temo que para entonces, al menos a este lado, todo será un erial.

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