jueves, 24 de diciembre de 2009

Días de cromañones

Estas fechas son una oportunidad estupenda para probar la magia de decir sin hablar

Calculan los expertos que hace sólo 30.000 años que nos comunicamos mediante el habla y cerca de 4.000 que escribimos, de manera que el ser humano lleva la mayor parte de su historia entendiendo y haciéndose entender a través fundamentalmente de la comunicación no verbal. O sea, en el hablar aún estamos en categoría alevín, pero, por ejemplo, en lanzar o interpretar una mirada furibunda ya hemos hecho varios másteres.

Es que el asunto no es baladí. ¿Cómo hacíamos hace cientos de miles de años para persuadir, amenazar, defender, seducir, contar... sin palabras? Pues lo hicimos, y durante largo tiempo. Así que por mucho que nos refinemos y pisemos el acelerador de la evolución para embridar al cromañón que llevamos dentro, afortunadamente aún le queda mucha cuerda. Sigmund Freud, después de años de observar cómo el ser humano dice cosas mientras su rostro y su cuerpo gritan justo lo contrario, aseguraba que «cada poro participa en la traición».

Un ejemplo significativo es la cara de los políticos en mala racha. Cuanto peor les va, más sonríen. El paradigma es Francisco Camps y su sonrisa retráctil. De noche debe de quitarla del rostro y dejarla encima de la mesita. No quiero pensar en la cara que tiene entonces, pero sé, sabemos, que es otra. Los músculos faciales de Silvio Berlusconi fueron por libre después de la agresión y vimos miedo donde otras veces había miedo vestido de arrogancia.

Pero yo quiero hablar hoy de David Curry. Es un señor nacido en Mississippi y que en el año 1994 fundó el Amen Gospel Choir, coro que aún dirige y que hace unos días actuó en Gijón. Verles y escucharles fue una completa delicia; el amigo Curry era él solito un espectáculo.

Forma parte de la cultura gospel jalearse y acompañar la música con el cuerpo, todo al servicio de un género de marcado carácter religioso. Los integrantes del coro, mientras cantaban, pasaban de la contemplación al éxtasis, del grito a la lágrima? Pero este hombretón negro vestido de rojo hasta las suelas, tocaba el teclado, interactuaba con el público, subía y bajaba del escenario, dirigía las voces con brazos, piernas y rostro, mientras se sentía completamente libre, divertido y feliz. Sentí una envidia feroz.

Es que la tendencia a la contención no afecta a todos los bípedos por igual. Hay culturas más permisivas a la hora de dejar salir al dulce animalillo que llevamos dentro. La nuestra es tajante, sujeta al cromañón, amigo, si no quieres hacer el ridículo.

Pues yo estoy dispuesta a darle cuerda a mi ancestro y deshacerme de algunas rigideces tóxicas. Quiero reír, abrazar, cantar, jalear, saltar, gritar, besar... Y estos días en los que las emociones tienen licencia para campar a sus anchas son una oportunidad estupenda para probar la magia de decir sin hablar. Feliz Nochebuena y Feliz Navidad.

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