jueves, 17 de junio de 2010

Desnortados

Negaron la crisis, niegan la depre, nos niegan el sol y andamos gachos y descreídos.

En los cursos de gestión del tiempo -hay que dedicar tiempo a organizar el tiempo- una aprende a distinguir entre lo urgente y lo importante. Atorados por lo primero, vamos aplazando lo segundo, que suele ser enjundioso y nos da una pereza bestial. Hasta tal punto nos embarga la galbana por lo que importa, que buscamos urgencias aunque no las tengamos mientras el elefante crece y crece hasta aplastarnos.

Zapatero negó la crisis cuando olía a quemado y ahora niega la «depre» cuando todos andamos gachos y descreídos, y a él se le están despegando las cejas de puro insomnio presidencial. Y no digo yo que no anduviera a cosas urgentes pero aplazó lo importante. Y negó la «depre» a Felipe González porque sintió que el presi senior, de la que le tendía la mano, le robaba protagonismo. No reparó en que, cuando González habló, todos -los que le escuchaban en el Congreso y los que andábamos achicando los miedos cotidianos- sentimos que nos pasaban la mano por el lomo dolorido.

Hasta nostalgia me produjo Matilde Fernández, con su pelillo ya cano, a su paso por Gijón. Aquella ministra peleona, hoy senadora, de la que el otro día me paré a leer titulares por si arrojaban algo de luz. Un regreso emocional, el nuestro, al «star system» político de los ochenta y noventa que, por cierto, corre a favor de Francisco Álvarez Cascos y es aviso a navegantes.

Es que andamos desnortados, sin fuelle para huelgas ni para urnas ni para nada. Y como todo va zarapicando, ahora también huérfanos de primavera, que no sabemos si florecer o mudar la hoja, porque nos han negado el sol. Ésta debe ser la ciclogénesis explosiva que nos mandaron hace unos meses y que aún estábamos esperando; ha debido coger la ruta larga para llegar hasta aquí. Es la globalización del efecto invernadero, al que le deben haber hecho un roto en el plástico. Y como todo va mezclado, pues ahora se demuestra, por ejemplo, que el ladrillo se arrimó demasiado a la ribera del Piles y el río está dispuesto a reconquistar sus aledaños, hoy convertidos en garajes.

Desnortada, a falta de Norte, buscaré el Sur. Tengo hasta el siete de julio para presentar mi curriculum a la Agencia Europea del Espacio, que busca voluntarios para pasar un invierno austral -de febrero a noviembre, unos cincuenta grados bajo cero de media- en la Antártida. Hay que ser capaz de estar aislada del mundo y dedicar un tiempecito al día a cosas no urgentes pero importantes. Rutinas, torre de libros, Ipod y a esperar a que escampe. Ya lo dijo Cela, el que resiste, gana.

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