jueves, 12 de noviembre de 2009

Vuelve, Epi

Alabo la iniciativa de la Red de Centros Integrados de Gijón de organizar un segundo ciclo de conferencias sobre cómo estudiar mejor. Estupendo pretexto además para echar la tarde en el de El Llano; excelente centro municipal, sí.

Alabo el esfuerzo de los ponentes por desmenuzar técnicas y habilidades de estudio. Les escucho como profesora que soy, opositora que fui, periodista, madre, alumna, y tengo un pensamiento recurrente: damos clases de cocina cuando nos piden el número de Telepizza.

Toda una generación nos está negando la mayor y no queremos entenderlo. No es que nuestros jóvenes no sepan estudiar, es que no creen que sea necesario hacerlo. Les parece absolutamente prescindible, además de un «truño». Me pregunto hasta qué punto tienen razón y tengo la convicción de que la culpa de este desapego a la contemplación del saber es toda nuestra.

Hemos educado una generación hedonista, que no asocia esfuerzo con éxito, que interpreta el mundo a través de los sentidos, y que sabe que básicamente tiene que consumir, consumir compulsivamente y, cuando se canse de consumir, descansar consumiendo.

Les metemos en aulas, monologamos sobre temarios versión moderna de lo de siempre, les damos apuntes para que subrayen en fosforito y bibliografía para que «amplíen» tomando en préstamo de la biblioteca. Pero si mañana no recordarán lo que es un libro, pero si entran y salen en sus diferentes mundos concéntricos, virtuales y reales, a través de una pantalla?

Estamos ante un gran reto, uno de los grandes de nuestra sociedad. Y los responsables de buscar esas otras fórmulas de educar somos nosotros, ya que lo somos también de hacer crecer a estos deliciosos monstruitos del egoísmo darwiniano.

Sin embargo, lo solucionamos con metafísica pedagógico-evaluadora -perdón por meter el dedo en el ojo al metafísico- sin táctica clara y que se traduce en una burocracia docente que nos devora a los profesores y tranquiliza al resto del mundo.

Y esto me lleva a la evaluación del desempeño que se quiere llevar a cabo entre el profesorado asturiano. Evidente que los profesores hemos de ser evaluados; todos los trabajadores, sobremanera los servidores públicos. También los evaluadores, añado. Pero es que evaluar es mucho más que un chequeo anual de buena praxis documental. La profesionalidad, la vocación, la magia, está en las aulas. ¿Qué tal si nos roban menos tiempo con burocracias inútiles para que podamos dedicarlo a lo realmente importante? ¿Qué tal si nos buscan en el aula, no en los despachos?

El cambio que nos piden los jóvenes es más profundo que todo esto. Hay que cuestionarlo todo: cómo han de ser los espacios, los contenidos, los medios, las herramientas de aprendizaje, el protagonismo en todo ese proceso. Claro que es necesario adquirir y transmitir conocimientos, pero ¿es posible hacerlo de otra manera?

Bueno, Epi y Blas -que están de cumpleaños- demostraron en su día que sí. Nueva York estrena calle: Sesame Street. Juro que iré a visitarla, buscaré a mi lindo Epi y le rogaré, por Dios, que nos inspire.

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