jueves, 15 de octubre de 2009

Quién dijo miedo

La estadística ha acabado siendo una ciencia bajo sospecha. Si dice lo que esperamos, nos preguntamos para qué sirve; si lo contrario, nos barruntamos que alguien no ha hecho bien su trabajo; cuando le cuenta a cada uno lo que quiere oír, todos -menos quienes han contratado la encuesta- sentimos directamente bochorno.

Me reconcilio con ésta y otras ciencias cuando, de pronto, en un ataque de frescura, hacen justo aquello para lo que han sido creadas: aportarnos datos con los que observar nuestra realidad con una mirada más amplia.

Esto es justamente lo que ha ocurrido en los últimos días; hemos sabido, por ejemplo, que en Gijón no se ha incrementado el número de pacientes de la red de salud mental; que tampoco ha crecido el índice de delincuencia y que, sin embargo, lo que sí ha encogido sustancialmente es el tamaño de nuestra bolsa de basura.

Tres datos interesantes que he convertido en coordenadas para comprender la forma de vivir la crisis en nuestra ciudad. Y he llegado a la conclusión de que esto va de cómo sujetar nuestros miedos y transformarlos en acción.

Es más destructivo el miedo a quedarse en paro que el hecho mismo de estarlo. Lo primero bloquea, no deja pensar. El segundo es el momento en el que las cosas sencillamente suceden, el miedo baja el pistón, una siente algo parecido al alivio y se echa a andar, por lo «segao», con tiento y mesura, convocando a los hados y prometiendo que ayudará a la suerte para que la suerte ayude.

Quienes preveían un aumento de la delincuencia y de las enfermedades mentales como consecuencia de la crisis tendrán que darle una segunda pensada al vaticinio. A lo mejor es sólo cuestión de recalcular los tiempos. Porque, no quiero parecer ilusa, estamos todavía, también en Gijón, en la etapa del paro subvencionado por las arcas del Estado; bendita caja común que permite un respiro al que se queda momentáneamente en la cuneta laboral con cara de póquer.

Quizá sólo haya que esperar unos meses para ver cambiar de rumbo esos indicadores. Pero, por el momento, lo que demuestran es que en Gijón sujetamos nuestros miedos y estamos dispuestos a convertirlos es artes constructivas para afrontar la realidad, ya que ésta se ha puesto tozuda.

Adoro el candor que a veces permite la estadística, me privan los gráficos que hacen callar a los expertos y me rindo ante mi ciudad y sus gentes. Sí, puede que tengamos miedo, puede que nos duela el alma, pero en vez de mandarlo todo a freír puñetas, hacemos croquetas con las sobras de pollo mientras buscamos por internet ofertas de empleo.

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