jueves, 14 de enero de 2010

Pasarelas

El temporal colapsa las instituciones benéficas mientras se derriba el puente que da refugio a transeúntes

Aprieta el frío y emerge la pobreza. Lo que no hizo la crisis en un año lo hace el mercurio en cuatro días heladores. Los Servicios Sociales de Gijón han tenido que pagar habitaciones de hotel a transeúntes ante el colapso de instituciones como el Albergue Covadonga o la Cocina Económica. Los que a pesar de todo hubieron de pasar la noche al raso, al menos fueron asistidos con mantas, ropa de abrigo y bebidas calientes.

Sopla el viento siberiano por la ciudad, se mete por sus rendijas y de ellas salen como polillas extraviadas esas almas frágiles que preferimos no ver aunque sabemos que están. Imaginamos historias de fracasos personales, pero en el fondo es nuestra propia sensación de fracaso la que, al verles, se nos pone delante.

No hay día sin paradoja y el temporal de pobreza también tiene la suya: al mismo tiempo que los sin techo horadan la ciudad buscando una grieta donde engañar al frío, nos ponemos a desmontar la pasarela sobre Sanz Crespo, uno de los tradicionales lugares de reposo de los vagabundos en nuestra villa.

No sé. Hay personas, lugares, objetos con los que la vida es obstinadamente cicatera y dan ganas de afearle la conducta a la vida si no fuera porque nosotros también transitamos por ella y, por otra parte, tampoco tenemos muy claro dónde habría que presentar semejante reclamación.

Esta pasarela inútil es un ejemplo. Tiene una triste historia de abandono que empezó prácticamente -y exagerando muy poco- el mismo día en que se inauguró. Nunca cumplió su cometido y desde el principio fue huérfana de dueños y cuidados. Al final, aceptó el cariño interesado pero sincero de los vagabundos. Se va sin meter ruido y por poco ni le decimos adiós. No vaya a ser que su fracaso nos vuelva a poner en evidencia el nuestro.

Subirá el mercurio y quedarán expeditas las rendijas por donde se volverán a esconder estas vidas truncadas. Cuando llegue el verano les resultará más fácil mimetizarse con el entorno, pero aún queda mucho invierno por delante y luego esa primavera tímida nuestra, con la que siempre erramos el cálculo de lo que es una estación.

Me pregunto qué otros rincones de Gijón se dejarán querer como alternativa al raso a pesar de haber nacido para otra cosa y sin quejarse en absoluto de su destino. Me pregunto dónde se están construyendo en este momento nuevas pasarelas.

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