jueves, 7 de enero de 2010

Verdades y verdadinas

Si queremos una igualdad sin daños colaterales, hay que escuchar todas las voces

"La verdad está hecha de verdadinas; cada uno tenemos la nuestra". Era una de las frases preferidas de nuestra querida Floren, maestra en el Colegio Público Virgen del Mar, hoy Lloréu. Muchas veces la he hecho mía. Hoy de nuevo en relación con las declaraciones del juez sevillano Francisco Serrano y del gijonés Ángel Luis Campo acerca del trato de mujeres y hombres ante la justicia.

Me tomo muy en serio lo que han dicho, me parecen personas cabales. Para empezar, no me gusta que se acallen -ni por la vía directa ni por la sutil- las voces de quienes ejercitan la libertad de disentir y sienten la obligación moral de hacerlo públicamente. Así no construimos. Creo yo.

Si queremos una igualdad sin daños colaterales, hay que escuchar todas las voces sin rasgarse las vestiduras, y encontrar la «verdadina» que hay en cada una de ellas. Si no, estamos haciendo el cambio con el modelo tradicional masculino, el que no ha funcionado, el que no nos gusta.

Por tanto, no dictemos ni dejemos que nos dicten lo que tenemos que pensar; dejemos tranquilas las etiquetas y ojo con el pensamiento único y las instituciones que, de la que sirven al ciudadano, validan lo políticamente correcto.

Dicho esto, yo le digo a estos jueces que las mujeres no queremos lesionar los derechos de ningún hombre por proteger los nuestros -tantas veces lesionados- y que, si es así, habrá que poner el foco sobre el problema, detectar dónde está la disfunción y corregirla. Hay que hacerlo: enfrentarse a los hombres que abusan; a las mujeres que abusan, también.

Además les digo que a muchas nos chirría la discriminación positiva y el sistema de cuotas, pero reconocemos que es una forma de posicionar a mujeres donde no ha habido manera de hacerlo. Estamos rodeados de cuotas no escritas -territoriales, políticas, partidistas, económicas-; al menos hemos jugado limpio, hemos tenido la valentía de legitimar ésta y darle una fecha de caducidad.

Yo quiero vivir en un país en el que todas las mujeres tengamos la formación que deseemos; compitamos en igualdad de condiciones en el mercado de trabajo; no encontremos barreras para ostentar cargos de responsabilidad; elijamos cuándo, cómo y cuántas veces ser madres; compatibilicemos sin traumas irreparables vida personal y profesional; gobernemos; y recibamos de nuestro Gobierno apoyo en todo ese recorrido, además de protección eficaz contra delitos sexuales y violencia de género. Mi país se va pareciendo a ese país que sueño.

Pero lo quiero sin víctimas, ni femeninas ni masculinas. Si no, a mí no me vale. No lo doy por bueno. No estoy dispuesta a mirar para otro lado. Porque sobre todo creo en una sociedad justa, no revanchista ni vengativa. Justa. Hasta con los verdugos.

1 comentario:

  1. Me gusta juzgar los hechos (en este caso las leyes) sin tener en la cabeza ninguna idea paralela (en este caso la de masculino o femenino) para juzgarlos por sí mismos.

    1. La ley se basa en que los hombres ejercemos una actitud de dominio sobre las mujeres en todas nuestras relaciones. Así lo dice.

    2. Como consecuencia de lo anterior, dice que un acto ejercido por un hombre debe ser castigado más duramente que ejercido por una mujer (de hecho, algunos de estos actos son delitos sólo cuando los ejecuta el hombre, y falta cuando los ejecuta la mujer).


    Ante esto, me surge claramente una pregunta. ¿Hace falta cuantificar el número de denuncias falsas para saber que la ley es injusta? Totalmente absurdo. Sin embargo, eso es lo que se ve continuamente en los medios de comunicación. Aparte de que sí es verdad que las denuncias falsas no son un mito, como algunos quieren que creamos.

    En cuanto a los legisladores... El que alguien parta del hecho de que las personas (mujeres u hombres) no se van a aprovechar de una ley que les favorece es presuponer que todos somos buenos. En ese caso, quitemos todas las leyes porque no se necesitan. Claro, no voy a ser tan ingenuo de pensar que los legisladores han pensado que las mujeres son todas buenísimas personas. Sinceramente, pienso que le resbalaban los perjudicados por esta ley, un sentimiento de 'pues que se jodan'. De hecho, defienden la ley con uñas y dientes.

    Y un último asunto. Se suele decir, eufemísticamente añado, que algunas mujeres hacen abuso de la ley. Eso es falso. Esas mujeres simplemente hacen uso de la ley, pues no se la saltan, simplemente ejercen el poder que la ley les da. Pero claro, decir que 'usan la ley' pondría en evidencia que la ley es una aberración. Es mejor decir 'abusan de la ley' y así parece que la ley está bien, y que el problema se centra sólo en las personas abusadoras. Y si encima intentas demostrar que esas personas no existen (que las denuncias falsas son un mito) pues asunto arreglado.

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