jueves, 18 de febrero de 2010

Guión playu para Almodóvar

Voy por Gijón con mirada almodovariana y me encuentro historias reales en busca de autor.

Ando saboreando aún el regusto del Antroxu y de la gala de los «Goya». Con el primero siempre me quedo rucando por qué una es más auténtica cuando va disfrazada. Con la segunda, me dejo caer embobada en brazos del glamour y me sueño, vestida de Sybilla, recogiendo el premio al mejor guión original de manos de Pedro Almodóvar recién bajado de los cielos. Necesitaré más de 49 segundos para mis agradecimientos, aviso a la Academia.

Adoro a Almodóvar por manchego, cañí, femenino, posmoderno, madrileño, pop, surrealista, desgarrado, cómico... Me pirra su «España blanca, espontánea, divertida, intrépida, solidaria y justa». No es que dé en la diana a la hora de llevar las cosas de la vida a la pantalla, es que la vida se ha vuelto almodovariana por pura devoción. Y yo no pienso sustraerme a ese influjo.

Voy por Gijón con la mirada hecha a su forma de contar y me encuentro historias reales en busca de autor que las engarce y dé todo el sentido que ya tienen y más. A ver.

Una alcaldesa hiperactiva cuyo secreto es el electromagnetismo de una pulsera energética. Una jefa de la oposición sin presupuesto para trituradora que abandona en el contenedor más próximo documentos personales de su antiguo líder, ahora a punto de volver por sus fueros.

Un patólogo condenado por tirar a la basura botes con restos de biopsias en los que se especifican datos personales de los pacientes; dice que la culpa es de la señora de la limpieza. Un artista desahuciado condenado a vivir al raso, al igual que le ocurrió a su hermano, ya fallecido, en su momento popular boxeador.

Un ladrón al que detienen en un centro comercial cuando se disponía a devolver lo robado -un ordenador- después de que su mujer le afease la conducta en casa. Un naturópata condenado por intrusismo -se hacía pasar por médico- que, inhabilitado para el ejercicio de su profesión, se ha metido a representante. Un atracador identificado en las oficinas del Servicio Público de Empleo cuando gestionaba el cobro de su subsidio.

Talasoponiente pasado de cloro, el pingüino deprimido del Acuario, la arena desnudando los cimientos del Muro... ¿Hay suficientes mimbres para una historia ambientada en el Gijón antroxero, del Jueves de Comadres al Miércoles de Ceniza? Sobre el amanecer del día de hoy aparecerían los títulos de crédito.

Bueno, quizás Almodóvar echara en falta uno de sus clásicos personajes de contraste: la periodista asesina, el juez de día que se convierte en «drag queen» de noche, la concejala caníbal... A estas alturas de cotidiana realidad delirante ¿alguien apuesta?

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