jueves, 25 de febrero de 2010

Generación invasora

Los nacidos en los sesenta, turba devoradora de recursos, sabemos que no podremos jubilarnos a los 65

Cangrejos, algas o visones forman parte del catálogo nacional de especies invasoras, ésas que dejan a su paso un erial a base de vampirizar a sus cándidos vecinos. Los que hemos nacido en los sesenta tenemos un complejo de especie invasora para hacérnoslo mirar. Sabemos que lo del «baby boom» es un eufemismo nada inocente con el que la sociedad nos está diciendo lo que realmente somos.

Un cuello de botella, un tapón, una turba enloquecida devoradora de recursos; por donde vamos no crece la hierba. De mocosos, en mandilón, en aulas de a cuarenta; de universitarios, con fotos del Che en la carpeta y libros fotocopiados sin tributo a la SGAE, por centenares en las aulas. A todos lados muy apretaditos, en lata de sardinas, cómoda por costumbre.

Y hoy que ya peinamos canas, pasamos el ecuador de la hipoteca y empezamos a quererlo todo bonito, nos cuentan la verdad de la vida: somos los que no podemos retirarnos a los 65 porque hundimos el barco. Y a partir de nosotros, los culpables, nada será igual.

No digo que no haya sido concurrida la manifestación en Oviedo contra el retraso en la jubilación, pero si llegamos a ir en masa todos los que somos, a Zapatero se le cae el talante al calcaño de una sentada. Es que era un ir pa ná, porque en secreto lo sabemos, ¿qué más da quién empiece a llamar al minino para ponerle el cascabel?

Es un hecho que al sistema de pensiones le van dando taquicardias sólo con vernos asomar por el calendario romano. No digo nada del sistema de salud, que entrará en parada cardiorrespiratoria cuando nos instalemos en la dorada tercera edad. No dará abasto cuando vayamos de pampurrio en pampurrio, empeñados en viajar con el Imserso, con el doble bypass y la prótesis de cadera, la medicación para la artrosis en el pastillero clasificado por días, y el adhesivo para la dentadura postiza.

Y cuando veamos esa luz hacia la que nadie quiere caminar, volveremos por un momento a nuestra infancia de Franco momificado en la tele en blanco y negro, el papel Elefante, la estufa de butano, los colegios segregados por sexos, los «Chiripitifláuticos», «Marco» y «Heidi», «Mazinger Z», «Bonanza» y la «Eurovisión» de twelve points y douze points de toda la vida.

Dulce sensatez la de Álvaro Díaz, presidente de la Fundación Albergue Covadonga -estupendo profesional, gran ser humano y digno representante de esta dolorida generación invasora nuestra- que hace unos días pedía en estas páginas más cultura del respeto -y no del abuso- hacia lo público.

Sí, respetemos lo público, pero, llegado el momento, ¿será capaz lo público de respetarnos a todos y cada uno de nosotros?

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