viernes, 16 de julio de 2010

Arquitectura efímera

Nuestras empresas se enganchan a la marea roja para vender confianza, lo veremos en FIDMA; pero el esfuerzo tiene sus lastres.

Hay cosas que se hacen con mucho esmero a sabiendas de que duran poco, por ejemplo, la empanada de berberechos de mi tía Maruja. Otras se crean para durar hasta el infinito y más allá, y sin embargo, tienen una vida azarosa, por ejemplo, una bandera.

La empanada de mi tía es arquitectura efímera pero hay más ejemplos. La Feria Internacional de Muestras de Asturias, a punto de celebrarse en Gijón, está plagada de arquitecturas efímeras, algunas de un coste que podría parecer desproporcionado para el tiempo que se van a utilizar: dieciséis días. Son los stands de las empresas e instituciones que no cuentan con pabellón permanente.

Unos son diseñados al milímetro por expertos en el arte de transmitir la cultura de una organización en treinta metros cuadrados de formas y colores. Otros están estandarizados porque el presupuesto de la entidad en cuestión es ajustado. Todos tratan de amortizar la inversión utilizándolos en otros eventos, como el vestido que se compra para una boda con la idea de lucirlo en otras dos más.

El gobierno y particularmente el ICEX, están calibrando el viento a favor que se ha generado en nuestra imagen exterior con la copa del mundo y, por primera vez en muchos años –demasiados- observan que funciona la bandera, el toro y el rojo, mal que le pese a Esperanza Aguirre que, según cuentan, dio a Telemadrid la consigna de que se hablara de “marea rojigualda” y no roja. Pequeñeces de los políticos y grandezas de los ciudadanos que damos los pasos que ellos no dan. Tampoco los magistrados del Constitucional andan muy espabilados: han tardado tanto en decir lo obvio que muchos fingen haberse olvidado de que es obvio.

Y así, ocurre en las ferias de turismo extranjeras que el ICEX facilita una “marca paraguas”, España, con un espacio común que luego puede “parcelarse” para que cada comunidad autónoma muestre sus beldades y, a veces, frente al stand paraguas está el de una o dos comunidades que van por libre, con su propia arquitectura efímera bien diferenciada. Luego llegan los visitantes y se preguntan si Cataluña o País Vasco están o no en España. Prefiero no saber lo que les dicen en los stands diferenciados porque igual volvemos a darle tarea a Mª Emilia Casas y ya le costó a la muchacha salir del primer envite.

Lastres al afán de nuestras empresas por engancharse a la marea roja y vender confianza dentro y fuera –en FIDMA veremos ese esfuerzo-. Es uno de los muchos provechos que podemos sacar de nuestro deporte y de nuestra arquitectura común no efímera: sabemos ser inteligentes y, a la vez, dejar que nuestro corazón hable. Como en el Mundial.

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