jueves, 1 de abril de 2010

Tribulaciones de una turista norteña

Según el INE, nuestro modelo turístico nos ha salvado, por omisión de sol, de morder el polvo de la crisis.

La piel de toro se ve distinta desde el envolvente Sur. Es lo mismo pero no es igual. Aquí están aliados con el huevo frito meteorológico mientras en nuestro Noroeste no hacen más que entrar frentes y bailar las isobaras. Los grafistas de la tele se pirran por colocarnos nubes color plomo y rayos con efecto, que nos hipnotizan, junto con esa danza iniciática de las meteorólogas cuando entran en trace de explicar lo que el tiempo nos depara.

Meteorólogos y grafistas han sido siempre dos estrechos colaboradores para espantarnos los turistas en temporada alta aunque es un hecho que nuestro clima tiene su carácter y con él hemos tenido que negociar para diseñar un modelo turístico distinto al del huevo frito.
Aferrados a nuestro mantra del paraíso natural, siempre hemos mirado con envidia lo que ocurría de Pajares a África, esa borrachera de sol mientras nosotros aún andábamos soplándonos los sabañones.

Y resulta que ahora los indicadores de la crisis económica hechos públicos por el INE nos dicen que manifiestamente nuestro modelo turístico nos ha salvado, por omisión de sol, de morder el polvo. El cáncer del ladrillo y el desplome del turismo extranjero se han cebado en 2009 en Canarias, Valencia, Andalucía y Cataluña, mientras que a Galicia, Extremadura, Madrid, Navarra, País Vasco y Asturias nos han tocado de refilón y nos quedamos en la zona suave del mapa de la recesión.

Por estas latitudes en las que me hallo, a orillas del Mediterráneo, la visión desde los paseos marítimos es la de una estética urbana congelada en los setenta, con los cambios justos para seguir tirando del filón turístico. Lenguas de ladrillo, algunas a medio hacer, bajan de las laderas hasta playas y bahías.

Manifiestamente menos ingleses y alemanes abonados al turismo estacional pero idéntica cara de felicidad de los que ya han fijado aquí su residencia. Sonrosados y jubilosos, manga corta en abril y calcetín de rombos bajo la chancla, disfrutan del sol y el sistema público de salud como de una segunda oportunidad. “En el pecado va la penitencia”, canta El Lebrijano en un chiringuito playero de esos que Zapatero no se atrevió finalmente a desmontar…

En estas tribulaciones me hallo, sumida en el magnetismo andaluz en tiempos de pasión. Asisto al paso del Jesús de la Sentencia –no, no he visto a Banderas- olvido la crisis y sus causas, y me viene a la cabeza el big bang conseguido en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas. Qué distintos lugares para buscar, a la misma pregunta, la respuesta definitiva.

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