jueves, 18 de marzo de 2010

Autodespido

La historia de hostigamiento laboral de un profesional solvente.

Tengo un amigo que acaba de autodespedirse de la empresa en la que ha trabajado en el último lustro. No sabe que le escribo estas líneas y espero que me perdone. Lo hago para que entienda que no ha tenido la culpa y que no está solo.

Ni él ni las personas -más de las que imaginamos- que están siendo víctimas de una tropelía parecida: maniobras perversas de hostigamiento que llevan a un profesional solvente a irse -aparentemente de forma voluntaria- de la empresa a la que entregó años y talento.

La de mi amigo es una conocida compañía nacional con dos sedes asturianas, una en Gijón. Acaba de vivir un pequeño cambio en su accionariado y el poder de decisión ha pasado a otras manos. Nuevas caras en ciertos puestos y el «tsunami» llega a Asturias.

Mi amigo, con una gestión muy elogiada y amplio margen de maniobra, era un valor en alza dentro y fuera de su empresa: seguro, arrollador, creativo, con visión, contagiosamente positivo. De pronto, lo que era blanco se volvió negro.

Después de sufrir auditorías y llamadas de atención por una forma de hacer hasta ahora incentivada; después de ser puesto en evidencia ante sus colaboradores, ninguneado ante sus clientes, excluido de todas las reuniones, puenteado, desinformado, aislado..., se convirtió en una sombra, no respondía al teléfono, estaba encogido, reconcentrado en entender lo que le ocurría y hacerle frente con razones y resultados; cosa inútil, claro.

Todo le hacía un daño terrible: sus compañeros le aislaron como una turba hipnotizada por el miedo, silencios, miradas, susurros; se sentía humillado y avergonzado ante su familia y amigos, iba de la ira a la depresión.

La secuencia completa de lo que ha vivido mi amigo puede analizarse en «El acoso moral en el trabajo», de Marie-France Hirigoyen, o «Hay algo que no es como me dicen», de Juan José Millás, ambas lecturas demoledoras. Hay que estar preparada para ellas si se ha vivido una situación parecida.

Mi amigo ha tenido mucha suerte. Se ha autodespedido antes de que el daño fuera irreparable, aunque Hirigoyen asegura que «nada será igual, se sale cambiado».

Pocos medios hay por el momento para hacer frente a este cáncer laboral, amigo mío. Pero has sobrevivido. Nos hemos reído juntos con tu experiencia en el Servicio Público de Empleo. Dices que te han tratado como un profesional temporalmente desocupado, no como «un parado». Bendito matiz. Claro, ¿qué esperabas?

Ánimo, campeón: tienes delante una hermosa historia por escribir. Hay otras muchas, anónimas, a las que envío desde aquí todo mi aliento.

jueves, 11 de marzo de 2010

Provisionalmente honrada

La anciana traficante, la funcionaria corrupta y las cuitas del juez Garzón

Admito que un arrebato puede convertir en delincuente a un ciudadano que era intachable cuando salía de su casa esta misma mañana. Pero yo, más partidaria de la escala de grises que del negro y blanco puros, creo que la pérdida de la honradez es un lento cocer.

Va una sumando insatisfacciones y argumentos para hacer las cosas por la vía alternativa, una especie de acción correctora de la injusticia cósmica; se hace una primera incursión en el lado oscuro, aparentemente no pasa nada, y finalmente se produce la caída libre sobre uno o varios artículos del Código Penal. Otro asunto es lo que hace que se encienda la mecha.

¿Un complemento para la exigua pensión de viudedad, un abuso de la candidez senil? Yo a la anciana de Avilés detenida por traficar presuntamente con drogas la imagino con el físico de Pilar Bardem y la mentalidad de los personajes de Rafaela Aparicio. Seguro que acudió a los cursos de bordado de la sección femenina y que todo lo bueno para el cuerpo que se fue conquistando con los años la pilló a contrapié: la anticoncepción, el sexo sin explicaciones, la libertad. Aguantó a un obtuso preconstitucional y, ya en democracia, a hijos tiranos. Total, cortar polvo y meterlo en bolsitas es como escoger las lentejas...

¿Deudas de juego, adicciones, chantaje de un amante despechado? Rabio por entender el caso de la funcionaria del Principado que presuntamente se autoadjudicó contratos por valor de 800.000 euros falsificando a ratos la firma de su jefe y utilizando nombre y cuenta bancaria de una inocente gijonesa que todavía se está recuperando del pasmo. Tiene narices que funcionarios que ganan lo mismo que un diputado y a los que incluso se les permiten ingresos extra caigan en las garras de la avaricia y delincan torpemente, como para llamar dos veces tontos a los administrados.

Bien es cierto que muchas veces la mirada del otro es la que pone en distinto orden las mismas reglas y, de pronto, pasas de hacer bien las cosas a hacerlas malamente por una mera cuestión de concepto.

A Garzón le siegan la hierba por hacer una interpretación libre de las escrituras jurídicas. Está mal, dicen, echarle imaginación a la ley aunque sea para ponerla al servicio de una demanda justa. A mí me suena a cortar alas para que no se note que el resto de la troupe no sabe volar, y me duele Garzón y ese idealismo suyo tan necesario, por el que estoy dispuesta a hacer la vista gorda a pecadillos, triquiñuelas y atajos. Pero ya se encargan otros de explicar que todo es una evidente pérdida de la honradez.

Pues por plena consciencia de la debilidad humana y por solidaridad con los garzones del mundo, estoy dispuesta a declararme sólo provisionalmente honrada. Y, visto lo visto, nada convencida de permanecer siempre a este lado.

jueves, 4 de marzo de 2010

Código libre

Existen tecnologías humanitarias y Gijón ha sido estos días escaparate de algunas sorprendentes

Tecnología punta al servicio de la erradicación de la pobreza. Mientras muchos donan dinero para que logistas, educadores, médicos, bomberos o payasos acudan a las zonas más débiles del planeta con el fin de responder a necesidades elementales y acelerar el desarrollo, otros donan código, es decir, software diseñado para complementarse con el resto de las acciones y multiplicar exponencialmente su capacidad de resolver.

Me gusta porque es real y, a la vez, suena a guerra de las galaxias con los buenos ganando al lado oscuro. Y lo hemos visto en Gijón, en el III Encuentro internacional de tecnologías de la información en la cooperación para del desarrollo, que acaba de terminar, organizado por la Fundación CTIC.

Un sistema de telefonía móvil para detectar la introducción de medicamentos fraudulentos en África; otro de geoposicionamiento para informar sobre situaciones de emergencia en el continente africano, aunque también utilizado con éxito para crear un mapa medioambiental y cultural del Amazonas.

Un software para gestionar situaciones de emergencia como la generada tras el tsunami asiático y ser así más eficaces sobre el terreno al coordinar a los diferentes equipos de ayuda, hacer un registro de desaparecidos u organizar a los voluntarios. Una ONG especializada en dotar a activistas humanitarios de medios que les permitan poner al servicio de su causa el potencial de las tecnologías digitales más avanzadas.

En la mayoría de los casos el concepto clave es ese código libre, es decir, gratuito. Traducido a hechos, significa que el profesional regala sus aplicaciones informáticas a cualquier usuario que las quiera utilizar o incluso incorporar a otras herramientas más complejas.

Para ciertas empresas, como Google, abrir su código es una estrategia comercial. Con la utilización masiva de sus aplicaciones obtiene ingresos de diversas formas. Un negocio perfectamente legal, beneficioso para el usuario, innovador e imaginativo. Para ciertas ONG y profesionales de la cooperación internacional es otra cosa: una nueva y valiosa vía en la ayuda humanitaria.

Hay congresos que son unos truños de cuatro amigos con teorías de utilidad escasa, tópicos repetidos en distinto orden que en la edición anterior, o simple pretexto para escapar de la rutina, reencontrarse con colegas, escuchar la ponencia principal y hacer pellas por turnos en las otras. Pero también hay encuentros fructíferos que ponen el foco sobre iniciativas alejadas geográficamente, con gran efecto benéfico y la posibilidad de ser trasladadas a otros espacios y fines.

Me siento orgullosa de que Gijón sea el escaparate internacional de soluciones punteras basadas en esos preciados códigos. Abiertos, liberados y liberadores.

jueves, 25 de febrero de 2010

Generación invasora

Los nacidos en los sesenta, turba devoradora de recursos, sabemos que no podremos jubilarnos a los 65

Cangrejos, algas o visones forman parte del catálogo nacional de especies invasoras, ésas que dejan a su paso un erial a base de vampirizar a sus cándidos vecinos. Los que hemos nacido en los sesenta tenemos un complejo de especie invasora para hacérnoslo mirar. Sabemos que lo del «baby boom» es un eufemismo nada inocente con el que la sociedad nos está diciendo lo que realmente somos.

Un cuello de botella, un tapón, una turba enloquecida devoradora de recursos; por donde vamos no crece la hierba. De mocosos, en mandilón, en aulas de a cuarenta; de universitarios, con fotos del Che en la carpeta y libros fotocopiados sin tributo a la SGAE, por centenares en las aulas. A todos lados muy apretaditos, en lata de sardinas, cómoda por costumbre.

Y hoy que ya peinamos canas, pasamos el ecuador de la hipoteca y empezamos a quererlo todo bonito, nos cuentan la verdad de la vida: somos los que no podemos retirarnos a los 65 porque hundimos el barco. Y a partir de nosotros, los culpables, nada será igual.

No digo que no haya sido concurrida la manifestación en Oviedo contra el retraso en la jubilación, pero si llegamos a ir en masa todos los que somos, a Zapatero se le cae el talante al calcaño de una sentada. Es que era un ir pa ná, porque en secreto lo sabemos, ¿qué más da quién empiece a llamar al minino para ponerle el cascabel?

Es un hecho que al sistema de pensiones le van dando taquicardias sólo con vernos asomar por el calendario romano. No digo nada del sistema de salud, que entrará en parada cardiorrespiratoria cuando nos instalemos en la dorada tercera edad. No dará abasto cuando vayamos de pampurrio en pampurrio, empeñados en viajar con el Imserso, con el doble bypass y la prótesis de cadera, la medicación para la artrosis en el pastillero clasificado por días, y el adhesivo para la dentadura postiza.

Y cuando veamos esa luz hacia la que nadie quiere caminar, volveremos por un momento a nuestra infancia de Franco momificado en la tele en blanco y negro, el papel Elefante, la estufa de butano, los colegios segregados por sexos, los «Chiripitifláuticos», «Marco» y «Heidi», «Mazinger Z», «Bonanza» y la «Eurovisión» de twelve points y douze points de toda la vida.

Dulce sensatez la de Álvaro Díaz, presidente de la Fundación Albergue Covadonga -estupendo profesional, gran ser humano y digno representante de esta dolorida generación invasora nuestra- que hace unos días pedía en estas páginas más cultura del respeto -y no del abuso- hacia lo público.

Sí, respetemos lo público, pero, llegado el momento, ¿será capaz lo público de respetarnos a todos y cada uno de nosotros?

jueves, 18 de febrero de 2010

Guión playu para Almodóvar

Voy por Gijón con mirada almodovariana y me encuentro historias reales en busca de autor.

Ando saboreando aún el regusto del Antroxu y de la gala de los «Goya». Con el primero siempre me quedo rucando por qué una es más auténtica cuando va disfrazada. Con la segunda, me dejo caer embobada en brazos del glamour y me sueño, vestida de Sybilla, recogiendo el premio al mejor guión original de manos de Pedro Almodóvar recién bajado de los cielos. Necesitaré más de 49 segundos para mis agradecimientos, aviso a la Academia.

Adoro a Almodóvar por manchego, cañí, femenino, posmoderno, madrileño, pop, surrealista, desgarrado, cómico... Me pirra su «España blanca, espontánea, divertida, intrépida, solidaria y justa». No es que dé en la diana a la hora de llevar las cosas de la vida a la pantalla, es que la vida se ha vuelto almodovariana por pura devoción. Y yo no pienso sustraerme a ese influjo.

Voy por Gijón con la mirada hecha a su forma de contar y me encuentro historias reales en busca de autor que las engarce y dé todo el sentido que ya tienen y más. A ver.

Una alcaldesa hiperactiva cuyo secreto es el electromagnetismo de una pulsera energética. Una jefa de la oposición sin presupuesto para trituradora que abandona en el contenedor más próximo documentos personales de su antiguo líder, ahora a punto de volver por sus fueros.

Un patólogo condenado por tirar a la basura botes con restos de biopsias en los que se especifican datos personales de los pacientes; dice que la culpa es de la señora de la limpieza. Un artista desahuciado condenado a vivir al raso, al igual que le ocurrió a su hermano, ya fallecido, en su momento popular boxeador.

Un ladrón al que detienen en un centro comercial cuando se disponía a devolver lo robado -un ordenador- después de que su mujer le afease la conducta en casa. Un naturópata condenado por intrusismo -se hacía pasar por médico- que, inhabilitado para el ejercicio de su profesión, se ha metido a representante. Un atracador identificado en las oficinas del Servicio Público de Empleo cuando gestionaba el cobro de su subsidio.

Talasoponiente pasado de cloro, el pingüino deprimido del Acuario, la arena desnudando los cimientos del Muro... ¿Hay suficientes mimbres para una historia ambientada en el Gijón antroxero, del Jueves de Comadres al Miércoles de Ceniza? Sobre el amanecer del día de hoy aparecerían los títulos de crédito.

Bueno, quizás Almodóvar echara en falta uno de sus clásicos personajes de contraste: la periodista asesina, el juez de día que se convierte en «drag queen» de noche, la concejala caníbal... A estas alturas de cotidiana realidad delirante ¿alguien apuesta?

jueves, 11 de febrero de 2010

Gijón en Haití

Una escuela que hoy es una montaña de escombros volverá a existir con ayuda ciudadana enviada desde Gijón

Hay personas a las que les suceden cosas y hay personas que hacen que las cosas sucedan. Es una realidad profunda aunque parezca un juego de palabras. Gracias al segundo grupo de personas, una escuela en Haití, que hoy es una montaña de escombros, volverá a existir con ayuda ciudadana enviada desde Gijón.

Seguro que a este país dolorido ha llegado mucha solidaridad gijonesa y asturiana, pero yo me he enamorado de esta escuela moribunda cuyo destino vino a caer a nuestra puerta por una conjunción de epicentros y amistades.

Me gusta esta historia porque no lleva el sello oficial de la cooperación internacional: ni instituciones ni ONG la han protagonizado. Simplemente va de personas que privadamente, silenciosamente, activan sus redes para arañar unos dineros y hacerlos llegar en mano a quien puede responsabilizarse desde allí de un proyecto. No es un proyecto colosal, es sólo ir a colocar una pieza en el engranaje de la reconstrucción de Haití: levantar una escuela y ayudarla a sobrevivir. Sólo eso.

Tres gijoneses, Blanca Cañedo-Argüelles, Josechu Elías y Laura López, han puesto en marcha esta cadena. Organizaron el sábado pasado, en un restaurante de la ciudad, una cena a la que asistimos cerca de ochenta personas. No hubo pompas ni discursos ni casi mención al motivo del encuentro. Hubo reencuentro con amigos, buena conversación, cariño en los detalles, contribución de todos y especial generosidad por parte de algunos.

El coro de jubilados de El Llano fue dando la bienvenida a los asistentes y el postre musical fue la voz sorprendente de la solista del grupo de blues «Bloody Mary». Kiker, Roberto Díaz de Orosia, Jacoba Landeira y la marchante de arte Carmen Aragón donaron obra para ser subastada y empresas de muy diversa índole hicieron llegar productos y servicios.

Se trataba de desplegar redes y comprometernos en un proyecto sostenido en el tiempo, porque la idea es tener un contacto directo y fluido con los beneficiarios para empujar cuando haga falta y de la forma más eficaz. Es un apoyo a largo plazo que irá exigiendo otras acciones.

Ya está. Ni más ni menos. Sencilla pero deliciosa historia rescatada del anonimato y que volverá a la esfera de lo privado dentro de unos renglones. Los necesarios para decir que somos mayoría los que nos sentimos interpelados cuando ocurre una catástrofe, pero son pocos los que se arremangan y están dispuestos a liderar iniciativas invirtiendo tiempo, dinero y emociones.

En ese matiz que diferencia a unos y otros cabe una escuela.

jueves, 4 de febrero de 2010

Nuestros cómicos

Los premios «Oh!» de teatro, una llamada de atención sobre ese reducto donde las cosas pasan de veras

El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma», decía Arthur Miller. Vete a saber si esa virtud del teatro es su principal enemigo, porque nuestra tendencia secular viene siendo la de ir justo en dirección contraria a nosotros mismos?

Curiosa historia, la del teatro. Nos ha acompañado desde que tenemos memoria y, sin embargo, lo hemos tratado con desatención a ratos y, ya en el último siglo, con desdén manifiesto. La revolución audiovisual no lo barrió, pero lo dejó temblando, y la era de internet ni siquiera ha intentado piratearlo, sencillamente no sabe -ni le importa- que existe ese bendito reducto analógico donde las cosas suceden de veras y se pueden tocar.

Los cómicos han hablado cuando nadie podía, han mantenido la memoria colectiva cuando el único soporte era la palabra dicha, han alimentado nuestra alma hambrienta y nos han impedido menguar, excitando nuestra imaginación.

Gijón le tiene especial querencia a este arte. En los noventa fue incluso motor del momento más dinámico que vivió en su historia reciente en Asturias, con la creación del Instituto de Artes Escénicas, hoy Escuela Superior de Arte Dramático, ESAD, y de la Feria Europea de Teatro para Niños, Feten. Funcionaba con notable éxito la sala Quiquilimón, de entrañable recuerdo, y las compañías empezaron a surgir.

Pero la planta creció débil, porque el apoyo perdió el fuelle inicial. Es verdad que se ha establecido un Circuito Asturiano de Teatro subvencionado por el Principado, que la ESAD hace un trabajo muy digno -aunque este año ha suprimido la especialidad de dirección de escena-, que Feten, a punto de celebrarse, es un referente internacional que ha batido récord de participación -430 propuestas escénicas de 19 países-, y que Laboral Teatro ha creado la Muestra de Artes Escénicas del Principado para poner en contacto a compañías y programadores.

Sin embargo, la industria escénica asturiana se queja del exiguo presupuesto para subvencionar montajes y del escaso apoyo a las giras fuera de Asturias, y le escuece el gasto en traer compañías de otras comunidades en las que sí se está incentivando eficientemente la producción propia.

Ésa es la llamada de atención de los I Premios «Oh!» que mañana entrega en el teatro Jovellanos la Asociación de Compañías Profesionales de Teatro y Danza de Asturias ACPTA. Su presidenta, Rosa Garnacho, afirma elocuente que se pretende generar optimismo y complicidad, y que el teatro asturiano y sus profesionales quieren ser visibles como industria con potencial propio, no como un coro de plañideras. Buen enfoque.

Hay muchas razones para redoblar esfuerzos por el teatro asturiano. Porque son cómicos, porque son profesionales y porque son los nuestros.